Por Samuel Rodríguez Flecha / PhD - info@salaurbana.com
El viaje siempre ha sido elemento esencial de la experiencia humana. Aunque en el pasado los movimientos de personas tomaban mucho más tiempo, siempre ha habido diáspora.
Al ser isleños, el viaje como realidad de vida nos es aún más evidente. La literatura caribeña, por ejemplo, está llena de alusiones a diáspora, a exilio, a viaje. Diáspora es ingrediente integral de nuestra historia y de nuestra existencia. Como las olas del mar, que van y vienen, y nunca son las mismas, en un tiempo los esclavos traídos a Puerto Rico representaron la diáspora africana. Los europeos que se trasladaron a la Isla, también eran diáspora. Aún los antepasados de los taínos, en algún momento, fueron diáspora.
Diáspora también han sido todas las diferentes culturas y familias que han llegado a Puerto Rico a través de los siglos para incorporarse y ser parte de nuestra identidad.
En los pasados meses he estado actualizando el árbol genealógico de nuestra familia.
Aunque todos tenemos una noción de nuestra identidad como boricuas—la mayoría tenemos sangre taína, africana, y europea—también es cierto que los detalles genealógicos se van perdiendo al punto que luego de unas tres o cuatro generaciones, se pierden la mayoría de esos detalles si no se documentan.
La primera vez que trabajé nuestra genealogía, lo más que llegué fue hasta la sexta generación, o sea algunos de mis tátara-tátara-tátara abuelos (o los abuelos de los abuelos de mis abuelos). El acceso a documentación genealógica ha avanzado mucho en los últimos diez años.
En esta ocasión, logré llegar, en algunos de mis antepasados, hasta 17 generaciones, para eso de los 1480s. Ha sido un proyecto interesante al enterarme de algunos detalles y lugares de procedencia. Cuanto más atrás se investiga, más se da cuenta uno lo tan interconectados que estamos unos con otros, y el mundo, y lo fácil que se hace que esa realidad se vaya olvidando.
El saber que uno tiene antepasados europeos, por ejemplo, no es lo mismo que descubrir lugares específicos como el saber que algunos de nuestros antepasados vinieron de un pequeño pueblo en Bélgica y otros de Florencia, Italia. Otros vinieron del País Vasco, de La Mancha, de León, de Galicia, de Andalucía. Algunos de estos antepasados ya estaban establecidos en Puerto Rico a mediados del siglo 16, otros llegaron en el siglo 17, y otros en el 18, en diferentes olas migratorias. Algunos vinieron directamente a Puerto Rico, y otros a través de la Española, donde se establecieron por una o dos generaciones antes de llegar a Puerto Rico.
La misma sensación de aventura fue el descubrir que más allá de los pueblos que ya conocía donde tengo antepasados, como Humacao, Las Piedras, Maunabo, Yabucoa, y Fajardo, otros vivieron toda o parte de sus vidas en otros pueblos como San German, Cabo Rojo, Sabana Grande, Yauco, Ponce, Coamo, Ciales, Naranjito, Comerío, Bayamón, San Juan, Gurabo, y Caguas.
Si bien interesante es descubrir todos estos detalles, de antepasados militares, escribas, y hasta líderes del pueblo, también es lamentable que se tiende a tener documentación solo de antepasados que tenían dinero o eran de familias reconocidas. Así como cada descubrimiento es una aventura, también es una tristeza el no tener detalles de algunos de mis antepasados, y lo que eso representa. Pues las familias pobres, o familiares de ascendencia mayormente africana, de antepasados que sufrieron esclavitud, también procedían de lugares específicos, de ciudades y aldeas en África, con sus historias. De seguro también hay guerreros y líderes en generaciones pasadas, pero la falta de documentación, o la manera que sus historias y sus existencias no se tenían con el mismo valor social y humano, es parte de nuestra historia genealógica.
Florentinos, belgas, franceses, españoles, vascos, canarios, africanos, nativos. Aventureros, ricos, oportunistas, pobres, opresores, oprimidos. Desterrados, esclavos, desesperados, visionarios. Tantos individuos y familias. Tantas circunstancias. Igual hoy día, los que emigramos. Algunos regresan, así como algunos antepasados se regresaron al continente europeo. Otros no tienen esa oportunidad, como muchos de nuestros antepasados no la tuvieron. De la misma manera que mantenemos algunos de esos rasgos de esas tierras lejanas, de esas idiosincrasias que ignoramos de donde vienen, así seguiremos evolucionando, siendo parte de ese ciclo de olas que van y vienen mientras experimentamos este viaje que es la vida.
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