Por Samuel Rodriguez Flecha, PhD / info@salaurbana.com
A poco más de una semana de ese espacio ambiguo y agridulce que es la despedida de un año y el recibimiento de uno nuevo, muchos comenzamos a reincorporarnos a nuestras labores, a regresar a la rutina del día a día, a volver a las obligaciones cotidianas luego de un reposo.
Quizás sintamos aun un poco de marasmo, deseando que la época festiva continuara, como decía una de mis maestras, per sécula seculórum. Muchos están sintiendo el efecto resaca navideña o tratando lo más posible de extender la celebración, estirando lo que queda.
Para la diáspora, especialmente los que estamos en el norte, con días más fríos avecinándose, y con la luz del sol escondiéndose a eso de las 4pm, puede ser una época cuesta arriba. Mientras muchas personas hacen resoluciones para el nuevo año y comienzan con renovadas fuerzas, los de la diáspora puede que experimentemos como un bajón un poquito mas heavy. Pues ya sea que celebramos en la Isla y pasamos unas navidades bien buenas y ahora regresamos al frío, o ya sea que tuvimos la dicha de recibir la visita de familiares y crear lindas memorias, llega el momento de retomar el trabajo o la escuela.
Así como la semana pasada dimos un adiós y una bienvenida, para la diáspora también esta época puede sentirse primero como una bienvenida seguida de un adiós a la Isla y/o a los familiares.
Agridulce es la diáspora, agridulce es esta época, y agridulce es la vida.
Aunque algunos puedan sentirse down, y piensen que la alegría se va con las navidades, o se enfoquen en lo que era y ya no es, o en lo que nunca fue, o en lo que pudo haber sido, estos días son una oportunidad para reflexionar con la mirada hacia el futuro.
Este tiempo es una oportunidad para reflexionar sobre lo efímera que es la vida, sobre las cosas realmente importantes, como la familia, y sobre como tendemos a darle muchas energías y tiempo a cosas temporales.
Y aunque sea cliché el hacer resoluciones para el nuevo año, y se pueda decir que nada hace diferente la transición del 31 de diciembre al 1ro de enero que la transición, digamos, del 7 de agosto al 8 de agosto, la intención es ciertamente noble.
La celebración y fuerzas renovadas del comienzo de un nuevo año son una oportunidad y sirven como una metáfora de cada nuevo día.
Esforcémonos por vivir cada día con ese mismo brío. Enfrentemos cada día con esa misma esperanza y sensibilidad de un mejor porvenir, manteniendo en perspectiva la transitoriedad de esta vida.
Miremos más allá de nuestras circunstancias, más allá de nuestro entorno y de donde nos encontremos, sea que estemos en nuestra tierra, y todo lo que eso implica, o sea que estemos lejos y lo que eso significa. Sea que tengamos a nuestros seres queridos cerca o a la distancia, aprovechemos cada oportunidad, cada reunión, cada tradición, cada día festivo, y también cada día que algunos puedan designar como común y corriente.
Cada mañana sale el sol con una promesa de un día nuevo, de nuevas oportunidades, día de nuevas esperanzas, de nuevas promesas de renovación, de nuevas bendiciones en el horizonte, de un mejor porvenir, y de convicción de reunión.
Emprendamos día a día un nuevo comienzo, ladrillo a ladrillo, paso a paso, continuemos construyendo nuestro proyecto de vida.
Familia—aprovecho para dar un shout-out—gracias por venir, y bendiciones en este nuevo año. La pasamos super.
A los que no pude ver en esta ocasión, será en la próxima.
Y a todos, espero Dios nos permita la dicha de compartir pronto, aquí o allá, y que el Todopoderoso me los bendiga y favorezca.
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