Por Esteban David Rodríguez Flecha / info@salaurbana.com
Solamente aquel que ha deseado ser padre con todas sus fuerzas sabe lo que siente el corazón en ese momento que llega la noticia de que vas a ser papá. Y solo aquellos que han vivido la experiencia amarga de perder un embarazo, sabe el dolor, la tristeza y frustración que esto trae consigo.
La vida es un misterio muy grande, y, aunque entendemos ciertas cosas sobre ella, no enteremos en plenitud el porqué algunos deseando tener hijos nunca los llegan a tener mientras que otros teniéndolo ya en formación optan por arrebatarle la vida.
Recuerdo una ocasión que mientras manejaba mi auto hacia mi antiguo trabajo, escuchaba en la emisora de radio Nueva Vida 97.7, un relato de un técnico que asistía abortos. Fue una narración impresionante. Tanto fue el efecto que tuvo esa historia sobre mí, que tuve que buscar un lugar donde estacionar mi auto y llorar con tristeza, llorar por lo que sufren estas pequeñas criaturas.
No estoy a favor del aborto. De hecho, lo encuentro un acto negligente, irresponsable y abusivo, aunque estoy consiente de que hay algunas pocas excepciones que los motivos podrían tener algún peso para tomar esta decisión. No se sienta ofendido si piensa diferente a mí, cada cuál rendirá cuentas por sus actos incluyéndome.
La Biblia dice en el Salmo 127:3, He aquí, herencia de Dios son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre. Yo se que hay personas que tal vez no les guste que utilicemos la Palabra de Dios para sostener nuestras perspectivas con respecto a diferentes temas sociales, pero, soy creyente, y todo en mi vida está fundamentado precisamente en mi creencia en Cristo Jesús.
Amigos verdaderos, tengo muy pocos, pero entre los pocos que tengo, uno en particular lo considero un amigo especial. De esos que están en tu vida no solo por coincidencia sino porque son instrumentos de bendición que tienen un propósito. Y este amigo del que les hablo junto a su amada esposa, y cuyos nombres no mencionaré por razones personales, siempre han tenido el deseo de ser padres.
Por cosas de la vida no se les daba. Incluso perdieron su primer bebé. El pasado domingo recibí una llamada con ambos en el teléfono compartiendo la gran noticia de que serán padres. Grité de emoción, mis ojos y los de mi esposa se llenaron de lágrimas porque sabíamos cuánto esta pareja anhelaba tener un hijo.
No fue hasta su 7mo año de matrimonio que este deseo se ha hecho realidad.
Y a este amigo, dedico este editorial. Se que serán buenos padres y su alegría es también nuestra. Dicen que ser padre te cambia la vida, y doy fe de que esto es cierto. Ahora entenderán que, si nosotros aun siendo imperfectos estamos dispuestos a dar la vida por nuestros hijos y los amamos sin condición, cuánto más Dios, nuestro Creador y Padre nunca nos dejará de amar tal y como dice en Romanos 8 “Nada nos podrá separar de Su amor”.
Comments