La Inspiradora Vida de Ester Ponce González, 93 años de Agradecimiento Inquebrantable
Por Esteban David Rodríguez Flecha / info@salaurbana.com
Ester Ponce González, una mujer de 93 años, irradia gratitud en cada palabra que pronuncia. Su corazón rebosa de agradecimiento a Dios, y es evidente para todos los que tienen el privilegio de conocerla. En sus conversaciones, no pasa desapercibida la constante expresión de su agradecimiento, siempre pronunciado de esta manera peculiar: "A Dios, ¡gracias, gracias, gracias!".

En una entrevista, Ester compartió uno de los momentos más significativos de su vida, un recuerdo que atesora con gratitud desbordante. Relató una época en la que sus piernas y rodillas se enfermaron, dejándola incapaz de caminar. Con emoción en sus palabras, expresó: "¡Gracias, gracias, gracias al Señor! Mi mamá oró por mí, y mis rodillas fueron sanadas. Nunca he vuelto a sentir mis piernas de la misma manera".
Remontándose a su infancia, Ester reveló que su madre no los llevaba al médico, sino que confiaba en la oración para la sanación. Recuerda cómo Dios sanó a su hermanita Elba de una enfermedad. "Para nosotros, Dios ha sido nuestro Sanador. Aunque vayamos al médico, si Dios no obra, no hay quien obre. Dios sigue sanando porque Él es el mismo, no cambia, en Él no hay sombra de variación", afirmó con convicción.
Pero para Ester, más allá de la salud, la mayor gratitud se encuentra en el cuidado constante de Dios a lo largo de los años. Agradece a Dios por su valiente madre, quien la enseñó a enfrentar la vida con coraje. Aunque su padre partió cuando tenía solo 10 años y su madre también falleció muchos años después, la presencia de Dios nunca los abandonó.
Recordando las celebraciones del Día de Acción de Gracias, Ester compartió la tradición de ir a la iglesia y colaborar para ayudar a los necesitados. "Doy gracias a Dios porque nunca me ha faltado nada, incluso siendo muy pobres. Mi madre se mantuvo firme en el Señor, y Dios siempre se glorificaba en nosotros", relató con nostalgia y gratitud.
La enseñanza que Ester ha extraído de la Palabra es clara: dar gracias a Dios en todas las circunstancias. Para ella, la gratitud abarca todo, desde la capacidad de respirar hasta el estado de los pulmones y la claridad mental. "Dios ha sido 'terriblemente bueno' toda mi vida", afirmó con una sonrisa en el rostro.
Cuando le preguntaron sobre el significado de la gratitud, Ester respondió con sabiduría: "Gratitud es lo opuesto a la ingratitud, un pecado que no debe existir en el creyente. Somos más que ingratos si vivimos de espaldas a Dios, si callamos ante las necesidades y no trabajamos para ayudar".
Ester duerme bien, come bien, y le atribuye todo al Señor. Con un tono lleno de gratitud, expresó: "Gracias, gracias, gracias, todo se lo debo a Él". Ante la posibilidad de dirigirse a una multitud, Ester compartió un mensaje urgente: "Todavía hay tiempo. Si alguien puede leer esto y no ha recibido a Jesús como Salvador, ahora es el momento. Trabajemos mientras el tiempo dure, porque las puertas pueden cerrarse, y después puede que no haya oportunidad".
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