Por Redacción SalaUrbana / info@salaurbana.com
En la sección de juguetes de una megatienda en el pueblo de Humacao, una escena aparentemente común reveló una disparidad inquietante: mientras que las Barbies y Kens blancos se vendían a más de $10 cada uno, los modelos de color, en particular el Ken negro y una de las Barbies latinas, estaban marcados con un precio significativamente más bajo de $4. Más allá de la superficie de una compra cotidiana, esta discrepancia plantea preguntas más profundas sobre la persistencia del racismo en Puerto Rico y más allá.

El hecho de que los juguetes de color se ofrezcan a precios más bajos que sus contrapartes blancas en una tienda es una manifestación evidente de un problema más amplio en nuestra sociedad. La discriminación racial, aunque a menudo sutil, sigue existiendo en diversas formas y en diversos contextos, incluido el mercado de bienes de consumo.
La diferencia de precios entre los Barbies y Kens de diferentes razas no puede ser simplemente atribuida a fluctuaciones aleatorias del mercado. Más bien, refleja una realidad social arraigada en estereotipos y prejuicios. Este fenómeno puede interpretarse como una devaluación implícita de las identidades no blancas, lo que perpetúa la marginalización y la desigualdad.
La presencia de esta disparidad económica en los juguetes también plantea interrogantes sobre la percepción del valor asociado con la identidad racial. ¿Por qué un Ken negro debería ser más barato que un Ken blanco? ¿Qué mensaje envía esta diferencia de precio a los niños que interactúan con estos juguetes? Estas son cuestiones fundamentales que merecen una reflexión profunda y una acción decisiva.
El caso del "Ken" negro más barato es un recordatorio vívido de que el racismo no se limita a los titulares de noticias sensacionalistas o a los eventos extremos. Se manifiesta en nuestras interacciones diarias, incluso en las decisiones de compra aparentemente mundanas. Reconocer esta realidad es el primer paso hacia el cambio. Es fundamental abordar estos problemas de manera proactiva, promoviendo el respeto mutuo en todas las áreas de la vida, incluido el mercado de juguetes. Porque solo cuando trabajamos juntos por un mundo más justo, podemos comenzar a desmantelar las barreras del racismo y construir un futuro donde todos sean valorados y tratados con dignidad e igualdad.
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