Por Samuel Rodriguez Flecha, PhD / info@salaurbana.com
Las navidades, según el diccionario, es el tiempo comprendido entre Nochebuena y la festividad de los Reyes Magos, aunque nosotros comenzamos ya desde El Día de Acción de Gracias y muchos consideran que su culminación no es hasta que terminan las fiestas de la SanSe. Esta época nos brinda la oportunidad de resaltar nuestras tradiciones y raíces. Especialmente para los que estamos lejos, es el tiempo predilecto para celebrar con música típica y comida criolla, destacando nuestra patria y lo que nos distingue como boricuas.
Hacemos referencia a nuestra Isla en las canciones que entonamos. Recordamos y hasta idealizamos las navidades allá en el calorcito, con el canto del coquí en el background. Les contamos a nuestros hijos historias de parrandas o matutinos con tamboras, maracas y palitos, cencerro, y hasta trompetas, teclados, y bocinas, despertando o siendo despertados por familiares y amistades, y ese sopón en las horas de la mañana que se daban en casa de la abuela.
Algunas generaciones de boricuas en la diáspora que no han experimentado unas navidades en Borinquen, escuchan con emoción estos relatos como historias de un mundo de fantasía, como un Winter Wonderland tropical lleno de colores vivos típicos del caribe, muy diferente a lo que se experimenta acá en los ‘Iunaite Ejtei.’
Aunque para algunos las navidades es solo jolgorio, y aunque cada vez más pareciera que el aspecto comercial va ahogando la esencia navideña, para muchos aún es un tiempo de pausar, de bajar revoluciones, de descansar del ajetreo en el que nos vemos consumidos como sociedad en el día a día.
Sacamos tiempo para compartir con familiares y amistades a los que quizás no hemos visto tan a menudo. Los que se encuentran cerca se reúnen. Cada cual aporta algún plato a la mesa en el lugar de reunión. Si estamos lejos enviamos paquetitos y mandamos postales acompañadas de nuestros mejores deseos.
Durante esta época como que los corazones y disposiciones de las personas están más prestos a la bondad y hermandad. Damos regalos. En gran parte, nos enfocamos de manera especial en los niños pequeños, y disfrutamos de su alegría al recibir un obsequio. Como que revivimos esa magia de la inocencia, de su despreocupación de todo lo negativo alrededor que a los adultos se nos hace más difícil ignorar. En fin, es un tiempo de oportunidades para celebrar y brindar alegría, esperanza, y deseos de paz.
Podemos reflexionar que estas expresiones de amor van dirigidas a aportar satisfacción y llenura a los corazones de los que nos rodean y de los que aun a la distancia son muy queridos.
Si nos examinamos, este deseo de darnos alegría unos a otros va directo a la raíz de lo que significa la navidad: el nacimiento de Jesús. Celebrar la natividad es conmemorar un acontecimiento trascendental, cuando lo sublime interviene en lo terrenal.
Celebramos que Dios hizo su acercamiento máximo a la humanidad en forma de niño, en fragilidad y humildad.
La historia de la natividad también tiene elementos de migración, de diáspora, de lugar de origen. Los que vivimos lejos de nuestra tierra, nos enfocamos en lo que nuestra experiencia diaspórica nos enseña. Estar lejos de alguna manera nos facilita el poner en perspectiva ese fluir de la vida y sus ciclos generacionales cuando en ocasiones nos preguntamos si hemos tomado la decisión correcta al habernos alejado de nuestra patria y familiares, o cual será el porvenir de futuras generaciones y su identidad. A los que de alguna manera u otra nos hemos encontrado distantes, la historia de la natividad nos ilumina a enfocarnos en ese mensaje de advenimiento, de acercamiento.
La historia de navidad, en la que El Creador se acerca a sus criaturas de manera amorosa, con un gesto de eterna buena voluntad y caridad, es un llamado a no perder de vista su más esencial significado. Navidad es redefinición de vida. Navidad es un acercamiento de lo divino a lo humano. Navidad va al centro de lo existencial. Navidad tiene que ver con umbral, donde tiempo y espacio convergen con lo eterno.
Aunque de manera distintiva para los que estamos en la diáspora, pero en un aspecto más espiritual todos estamos en la diáspora, celebrar la navidad es celebrar esa promesa de reunión, esa promesa de un volver al balance original de las cosas.
Celebrar navidad es conmemorar un florecer de esperanza, de aproximación, de certeza de vida.
Dondequiera que nos encontremos, cultivemos ese nacimiento.
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