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El Camino Incierto Hacia lo Desconocido

Por Jomar Rodríguez Agosto, PsyD / Psicólogo Clínico


La intolerancia a la incertidumbre (II por sus siglas) es uno de los factores de riego que suele anteceder la ansiedad y el estrés. Esto sucede porque la II genera estados emocionales disfuncionales que interfieren con la resolución de problemas. Mayormente, esto es debido a una tendencia a la preocupación abrumadora y a la rumiación excesiva (pensar excesivamente en algo que nos aqueja) en situaciones ambiguas que pueden conducir a niveles más altos de estrés y frustración. La II puede explicarse en dos dimensiones: la ansiedad prospectiva (AP) y la ansiedad inhibitoria (AI).



La AP representa la dimensión cognitiva y se refiere a la aprensión y la angustia que experimentamos al pensar en eventos o resultados futuros inciertos. Los ensayos mentales constantes de posibles escenarios negativos, que intentan predecir el futuro para prepararnos para cualquier eventualidad, pueden ser agotadores e impactan el bienestar del individuo.


Un ejemplo de esto es cuando estamos en la anticipación de una entrevista de trabajo. Tú quieres estar preparado, y está bien prepararse. Sin embargo, es diferente si comienzas a prepararte para la eventualidad a que se explote la goma del carro sin haber señales de que exista un problema, o el pensar que te enchumbe un carro al caminar por la acera, o considerar la posibilidad de que te quedes sin voz durante la entrevista, o que no sabrás contestar una de las preguntas.


Por otro lado, la AI es una dimensión conductual que consiste en evitar situaciones inciertas para prevenir el malestar y la angustia. Es decir, la AI se refiere a la incapacidad de actuar y tomar decisiones, similar a estar paralizados mental y conductualmente. Esta evitación puede obstruir el crecimiento personal, limitar las oportunidades e interferir con la capacidad para adaptarse a los desafíos de la vida. Algunos de nosotros ya de por si esperamos cierta ambigüedad e incertidumbre en la vida, pero para otras personas esto puede convertirse en una fuente de angustia. Si aplicamos el ejemplo anterior, muchas personas desisten en ir a su entrevista de trabajo, o actividad similar, para evitar los sentimientos incómodos que conllevan un proceso de entrevista como el sentirse desesperanzado, derrotado o rechazado luego de no ser seleccionado.



La II crea un ciclo que se perpetúa a sí mismo. Los individuos intentan evitar la incertidumbre debido a la ansiedad, lo que, en consecuencia, refuerza su intolerancia e intensifica su angustia. El evitar la entrevista de trabajo, ayuda a prevenir los sentimientos no deseados, pero también significa que la persona se queda estancada. No podrá aprender todas las destrezas de vida que implica un proceso de entrevista. Esto tampoco resuelve el problema de su desempleo, ni mejora su auto-percepción, porque no se probó a sí mismo que es una persona capaz de atravesar por un proceso como ese.

Esta decisión también afectaría su autoestima, fortaleciendo pensamientos como: “No sirvo”, “Que estúpido soy. Ni a la entrevista esa fui”; incrementando así su sentido de insuficiencia que a su vez le resta a su auto-eficacia (la capacidad de creer en que uno puede realizar de forma efectiva x o y tarea). Esto resultaría en más pensamientos perjudiciales que aumentarían los niveles de ansiedad tales como: “Nunca podré conseguir un buen empleo”, “No puedo apoyar a mi familia como otros pueden hacerlo”.

Aún si no es seleccionada para el trabajo, la persona puede tomar ventaja de esto si lo toma como un proceso de aprendizaje. Si sabe manejar la frustración, puede aprender de los errores que cometió y evalúa aquello que puede mejorar. Sin embargo, si nunca va a una entrevista de trabajo, ciertamente nunca sabrá tomar una.


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